Domingo 13, Julio 2014
Hoy iniciamos nuestro día con una petición
“Señor que me duela mi pecado y que sienta tu misericordia y perdón”
Hemos comenzado el día
compartiendo como grupo, nuestro crecimiento está en la unidad que fortalece
nuestro trabajo con cada persona, con cada hermano, escuchamos historia tras
historia una más difícil que otra, una realidad que día a día nos golpea más
fuerte pero en medio vamos descubriendo ese rostro de Jesús Resucitado, ese
Dios esperanzador que invita a luchar y a seguir adelante por un mejor Reino de
Dios en la tierra.
Es muy dulce encontrarle en una lágrima,
un abrazo, una canción, un baile, una sonrisa, la posibilidad de creer
fielmente que el pecado no tiene la última palabra: “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia” (Rm5,20).
El compartir con las personas en
actividades diferentes (música, dinámicas, tejido) nos abre las puertas a
entender un poco más esos ideales y sueños que persiguen cada uno y la
posibilidad de transmitir un poco esa luz que nos habita.
Compartimos una hermosa
Eucaristía presidida por el Padre Rubén Pérez, con la cual celebramos la vida
en esa interculturalidad, un significado signo de unidad fue tomarnos de la
mano al rezar el Padre Nuestro, sentir en verdad que tenemos un mismo Padre que
nos une y se solidariza y se hace migrante, se encarna para animarnos a cruzar
esa frontera de lo diferente.
El sentimiento que produjo la
bendición con las flores de nuestra Madre María fue de consuelo y un renovarnos
por dentro. Agradecimiento hondo al Señor por esa experiencia compartida,
vivida y repartida.
Por la tarde nuestro itinerario
cambio, en dos minutos la realidad y vista de San Luis Potosí era totalmente
diferente, agradecemos al Dios del Cielo por enviarnos a la familia “Vicentina”
para que con ellos descubriéramos ese otro rostro de San Luis, un recorrido
expres por las principales calles en el que hemos “carranciado” por dos horas,
una experiencia que marca nuestra vida y cotidianidad en lo pequeño, “un dulce costazo compartido por todos, ha
quedado grabado en lo más profundo de cada corazón”.
Una vez más agradecemos esa
posibilidad de borrar muros fronterizos y tender puentes de amistad, a través
de nuestro Dios peregrino y amoroso.
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